Llegamos a ti por casualidad, mediante un escurridizo número telefónico. Encantadora, ya en las puertas de tu casa un recibimiento como pocos, más parecíamos las nietas que visitaban a su abuela que un grupo investigadoras en busca de información. Norita, gracias por tu animada conversación y por abrirnos tu corazón en íntimas confidencias que no olvidaremos.
Gracias por compartir con tanto cariño las historias de tu infancia y adolescencia; además de habernos entregado excelente material, recibimos una linda faceta de tu persona, muy agradable y sencilla. La manera en que describiste momentos, con palabras tan precisas, nos trasladó de inmediato a aquéllos que quisimos de alguna manera inmortalizar.
Nos acompañaste en momentos claves de nuestra investigación. A través de tus relatos repletos de datos exactos que ningún escrito guarda entre sus páginas, de anécdotas llenas de atmósfera y gracia, y pistas que nos llevarían a descubrir aun más cosas, aportaste al proyecto inmensamente. Esperamos que veas en el resultado de nuestro trabajo la huella inmensa que dejaste en él.
Escueto, preciso y muy enriquecedor fue tu aporte al proyecto. Descubrimos que eras un amante de aquellos “gigantes” que llamamos teatros, que estabas muy al tanto del tema y que además estabas emprendiendo una lucha que muchos quisieran proclamar, pero no lo han hecho. Esperamos que el proyecto inspire también a otras personas a valorar el patrimonio.
Fueron nuestros primeros entrevistados, algo así como una ventana al pasado que se abría de a poco e iba develando el esplendoroso pasado de una ciudad pobre en dinero, pero exquisita en vida social. Luego de una extensa conversación, hoy lejana, tuvimos una base desde donde emprender la investigación que concluye en este sitio web. Gracias.
Entre historias de cine y teatro, fuiste entretejiendo vivencias infantiles y coloreando una época que estuvo teñida por el cine y la radio, pero que también fue rica en otros aspectos, como la moda. Gloria, gracias por los detalles íntimos de tu adolescencia y aquéllas situaciones tan divertidas que compartiste con nosotras, por tus risas y canturreos de zarzuelas.
Cuando llegamos a entrevistarte quisiste leer un extracto de un libro sobre teatro, siempre tan preparado para la escena. Pero veníamos a rescatar tus memorias, y tantas nos entregaste, que nos fuimos con un cuadro mucho más amplio de la época que investigábamos, sobre todo porque nos hablaste del teatro y la radio en una época en que eran la única entretención.
Eras parte importante de nuestro crucigrama, a medida que avanzaba la conversación lo fuimos descubriendo. Nos otorgaste información que para nosotros era conocida, pero que flotaba sin ser ordenada ni procesada. Tus palabras nos dieron respuestas certeras a algo que parecía ser un proceso natural, pero que desapareció con un saco a cuestas de cultura citadina.
Sin conocerte personalmente, desde el primer momento nos encantaron tus escritos: atesoramos aún más lo que estábamos descubriendo. Cada descripción recreaba en nuestras mentes las bellas veladas de antaño, sentimos los aromas, la música, el deslizar de los largos y elegantes vestidos de aquellas galas.
Gran conocedor de la historia de los antiguos teatros de Valparaíso, nos logró traspasar toda su pasión y nostalgia por ellos, con lujo de detalles y anécdotas de una época dorada de la que sólo quedan escritos. Gracias por su hospitalidad y por poner su trabajo literario al servicio de nuestro proyecto de manera tan generosa.
Esa tarde cazábamos historias callejeras, de ésas que no necesitan cita previa. Ahí, frente al Rívoli, apareció usted, manchado de pintura blanca: nada menos que un empleado de los antiguos teatros. Su aporte en anécdotas nos reveló una manera de vivir el espectáculo porteño con frescura y picardía.
Al entrar en su oficina figuraba lupa en mano, con gruesos lentes, leyendo el diario. Su amena conversación y sus cómicas anécdotas de cines vinieron a reafirmar lo que varios de nuestros entrevistados ya habían sentenciado: eran otros tiempos. Gracias por entregarnos sus recuerdos con tanta generosidad.
Fue nada más que su compañero en la música, Pancho Sazo, quien nos dijo “ése pasaba metido en los cines de Valpo”. Su testimonio confirmó algunas historias que se fueron repitiendo con el avance de la investigación; son éstas las que quedarán plasmadas en este registro, como parte de la memoria colectiva.
Nos abriste las puertas de tu casa y de tu hermosa biblioteca. Nos introdujimos en un mundo no explorado, donde encontramos nuevos elementos que nos permitirían ampliar el rango de visualidad del proyecto. Además nos diste señas para llegar a tus amigos Nora y Mario, que junto a ti fueron un inmenso aporte para el proyecto. Gracias Maggy por recibirnos incondicionalmente.